En la provincia de Chubut, un hombre llamado Oscar Gómez, sembraba vegetales para alimentar a su pueblo que conocía la pobreza extrema. Era el más adorado de la zona, porque además de darle el sustento diario a su gente, organizaba festivales  para alegrar a las personas.
    Oscar tenía dos nietas; una de ellas había fallecido. Rosa, su otra nieta a quien su abuelo amaba profundamente,  era una joven muy gentil y adorable. Ella se preocupaba mucho por la huerta de su abuelo porque sabía que si las personas del pueblo no se alimentaban de los cultivos, morirían de hambre, y esto  la entristecía y preocupaba mucho, por eso ayudaba en todo.
   Oscar se había enfermado por un problema en los pulmones. Y día a día, su salud empeoró.
     Cierto verano, el agua de los ríos dejó de fluir y la lluvia no aparecía; en las cañerías, ni una gota corría. Rosa estaba muy asustada por lo sucedido.
   Su abuelo de inmediato murió, provocando así una gran tristeza en todo el pueblo.  Su joven nieta estaba muy deprimida  porque su abuelo le había encargado, antes de su desaparición física, el cuidado de la huerta, pero  no encontraba una vuelta a la situación.
   Luego de largos días, pensó en hacer un sacrificio. Convencida  de su decisión, fue hasta un volcán y recordando a su abuelo, se largó a llorar. 
    Increíblemente, las aguas empezaron a correr; el cielo se tornó gris y empezó a llover; la sequía de meses, inesperadamente, había cesado.
    Rosa al observar este milagro, decidió no arrojarse al volcán. Volvió a su huerta y su gente sorprendida la fue a recibir, con aplausos, gritos. A ella la coronaron como santa y así  a esa tormenta que ocurría todos los meses de agosto, la nombraron  en su honor "La tormenta de santa Rosa".
Escritores:
HIPÓLITO CONSTANTE
MATEO GATTI
ESTEBAN PEREIRA
SANTIAGO PIÑEIRO
NICOLÁS SBAFFO
 
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