Hace mucho tiempo, en Argentina, cerca del límite con Chile, habitaban
los mapuches. El cacique de la tribu, llamado Akor, era soberbio, egoísta
y egocéntrico. Los mapuches no lo habían
elegido como cacique, sino que obtuvo el cargo heredándolo de su padre ya que
era el mayor de sus hijos. Su hermano, Huanquihué, era diferente: humilde, agradable
y ayudaba a la gente.
Todo andaba bien en la aldea, hasta que de repente, una tormenta atroz azotó la tribu.
Pasaron dos días y la lluvia no paraba; los mapuches ya caminaban sobre el
agua: las casas estaban inundadas. Akor, el cacique, huyó con todas las
riquezas fuera del pueblo y los pobres indígenas estaban sin un líder que
pudiera organizarlos. Huanquihué le pidió
a los dioses que pararan la lluvia. Luego de tres días las suplicas
dieron frutos: la tormenta cesó.
Akor se enteró de que las intensas lluvias
habían cesado y fue contento a su trono.
Pero los mapuches no quisieron, no lo dejaron pasar. Todos organizaron un gran
festejo para Huanquihué: lo agasajaron con comidas y bailes. Duró todo el día y
casi parte de la noche, pero nadie sabía que Akor se escondía entre los
arbustos para vengarse.
Cuando la fiesta terminó, Akor fue a la
tienda de Huanquihué mientras dormía, y la prendió fuego…
A la mañana siguiente, los aldeanos vieron
que en vez de la casa de Huanquihué había un volcán. Akor estaba lleno de
envidia ya que todos sabían que los
dioses habían elegido a Huanquihué para convertirlo en un elemento de la
naturaleza, y eso en la tribu era muy admirado.
Por eso Akor decidió terminar con su vida,
pero como recompensa, obtuvo el privilegio de convertirse en un pájaro negro al
que todos bautizaron como Akoria, que actualmente se lo llama “cuervo”.
El volcán fue el encargado de cuidar a todos
los argentinos de la mala suerte que trae el cuervo, y el gran volcán fue
llamado “Huanquihué”
Escritores:
EMILIANO ARROYO
JERÓNIMO JALIL
FAUSTO
BROG
ALEJO LEDESMA
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