Hace siglos atrás,
en la ciudad de Bariloche, vivía un hombre llamado Bernardo Santos quien todos
los días salía a caminar.
     Un día, se encontró
con su amiga Agustina y planearon ir a esquiar al día siguiente.
     Esquiando se
perdieron, y tuvieron un accidente: se cayeron por una barranca.
     Agustina se lastimó
una pierna. Bernardo, con desesperación, fue a buscar ayuda. Tanto tiempo
caminando, se perdió hasta que llegó a una choza abandonada. Entró y encontró
un montón de perros. Uno de estos, rabioso por invadir su territorio, lo
mordió. 
     Bernardo, muy
dolorido, se durmió. Al despertar, no era más un humano, sino un canino.
     Buscó a alguien que
lo ayudara pero no encontró a nadie. Fue tras Agustina y la trató de ayudar
para que saliera del pozo donde había caído. 
     Así le curó la
herida. Mientras tanto,  la joven  no sabía que ese animal era su amigo  Bernardo. Por eso, comenzó a buscarlo.
     Él trataba de
comunicarse con ella para decirle que era su compañero de aventuras pero lo
único que consiguió fue que su amiga escuchara puros ladridos. 
     Al día siguiente,
cuando él despertó, se encontró con que Agustina no estaba. Con desesperación,
comenzó rastrearla, pero no hubo respuesta alguna. Comenzó a caminar y sentía
el olor del perfume de Agustina.
     El olfato lo llevó a
la misma choza donde se encontrada  la
joven dormida. La despertó y se fueron. A los pocos minutos, y luego de
resignarse por la ausencia de aquel amigo a quien no había podido hallar,   nombró
a ese perro, ‘’San Bernardo’’ porque según los vecinos de la zona, ese animal
encontraba  a la gente perdida.
Escritoras:
ANTONELLA CABRERA
VALENTINA CAFFIERO
ROCÍO COLMAN
 
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